F1: ROSBERG GANÓ EL GP DE SHANGAI

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Nico Rosberg, vencedor hoy del Gran Premio de China, hijo de Keijo Rosberg, campeón mundial en 1982 con Williams, es algo más que un simple "hijo de arte" en la F1.
Lo llaman el "intelectual" de la categoría, pues su personalidad está en las antípodas de la mayoría de los pilotos, capaces solo de discutir sobre regulaciones de cajas, compuestos de gomas, Kers, datos de la telemetría y demás gajes del oficio.
Si bien ganó en su carrera 111, desde su debut en Bahrein 2006, a la edad en que Lewis Hamilton ya fue campeón del mundo y ganó 14 carreras, Nico es responsable del trabajo silencioso que provocó el triunfo hoy de Mercedes.
"Esto es increíble, estoy feliz. Estamos progresando muy velozmente porque hoy no me esperaba ser tan veloz y tenía miedo de la resistencia de los neumáticos", confesó Nico Rosberg.
Es la primera victoria de Mercedes a 57 años de la epopeya de Juan Manuel Fangio y su "flecha plateada".
Veloz e inteligente, con notable visión estratégica en carrera (antes de Mercedes corrió para Williams), Nico Rosberg es la antítesis de su padre, que era un piloto impetuoso y violento.
Keijo Rosberg, que logró 17 podios en 128 carreras, heredó la butaca de Williams que, en un arrebato depresivo, el argentino Carlos Reutemann abandonó tras solo dos pruebas.
Nico es distinto a su padre, y a la abrumadora mayoría de sus colegas, porque es culto, simpático, dice siempre lo que piensa, habla seis idiomas y es capaz de analizar con propiedad los temas de actualidad.
Esto lo diferencia netamente de otro "hijo de arte" de la F1: el inglés Damon Hill, campeón mundial como su padre, el mítico Graham.
Nico es tan capaz de ganarse las simpatías de quienes lo rodean que el primero en festejar su victoria de hoy en Shanghai fue Michael Schumacher, tradicionalmente avaro en elogios a cualquier colega, aunque tal vez, en su intimidad, no haya visto con buenos ojos ser desbordado en su rol de capitán de Mercedes.
Es que Rosberg no lo teme, como ya demostró en los Mundiales de 2010 y 2011, cuando fue sistemáticamente más veloz en clasificación que Schumacher y terminó séptimo, con 70 y 13 puntos más, respectivamente, que el viejo campeón.
Hoy, en China, administrando magistralmente las gomas de su Mercedes, canceló el punto débil que el auto alemán sufría desde el inicio del Mundial pero, sobre todo, demostró una madurez que lleva a suponer que su historia grande en el automovilismo puede estar recién empezando.
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